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Mitos y realidades de la pensión alimenticia

  • Irvin Jair Monzón Arreola
  • 10 sept
  • 3 Min. de lectura
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Cuando hablamos de pensión alimenticia, casi siempre surgen dos visiones opuestas: Por un lado, la madre que exige dinero y el padre que no cumple; por el otro, el padre que tiene la idea de que ese dinero se usa para fines personales y no para los hijos.

Esto ha generado una especie de “equipos”: el de la mamá o el del papá. Y para complicarlo más, en internet abundan creadores de contenido que critican a ambos lados, cada uno defendiendo su postura y forma de pensar, confundiendo a sus audiencias.


Pero en medio de todo este debate, solemos olvidar lo más importante: los niños. Ellos terminan viendo a sus padres pelear, escuchando frases como “es por tu bien”, cuando en realidad lo único que necesitan es estabilidad, cuidado y amor.

Por eso hoy quiero compartir contigo algunos de los mitos más comunes sobre la pensión alimenticia y sus realidades:


Mito 1: “Si no tengo trabajo, no pago pensión.”

Realidad: Aunque no tengas empleo, la obligación sigue existiendo. El juez puede calcular la pensión con base en el salario mínimo o en tu capacidad económica potencial. Además, cada mes que no pagues se acumula como deuda alimentaria que no desaparece. En casos extremos, incluso se pueden embargar bienes o hasta un porcentaje de tu Afore, según lo ha establecido la Suprema Corte de Justicia de México, reforzando la prioridad que el Estado otorga a los derechos de los menores.


Mito 2: “La pensión solo cubre comida.”

Realidad: La pensión incluye mucho más que alimentos. También cubre vivienda, educación, salud, vestido y recreación. No se trata únicamente de dar de comer, sino de garantizar el desarrollo integral de los hijos.


Mito 3: “Cuando el hijo cumple 18 años ya no tiene derecho.”

Realidad: Cumplir la mayoría de edad no significa que se acabe la obligación. Si el hijo sigue estudiando en una edad razonable, la pensión continúa hasta que concluya sus estudios. La ley protege el derecho a una educación completa.


Mito 4: “La pensión solo la paga el papá.”

Realidad: La obligación de otorgar alimentos es compartida. Quien vive con el hijo ya contribuye en especie (cuidados, tiempo, atención), mientras que el otro progenitor lo hace mediante la pensión económica. Puede ser el papá o la mamá, según corresponda.


Mito 5: “La pensión siempre tiene que ser dinero.”

Realidad: También puede cumplirse en especie, por ejemplo cubriendo directamente colegiaturas, seguros médicos o ropa. Lo importante es que se garantice que los recursos lleguen realmente al menor.


Mito 6: “Si tengo otra familia, ya no pago la pensión anterior.”

Realidad: Tener nuevos hijos no elimina las obligaciones anteriores. El juez distribuye la capacidad económica del padre o madre entre todas las responsabilidades, pero ningún hijo queda desprotegido.


Mito 7: “Solo se puede reclamar la pensión a futuro.”

Realidad: La pensión también puede reclamarse de forma retroactiva, es decir, exigir adeudos de meses o incluso años anteriores, siempre que existan pruebas del incumplimiento.


Mito 8: “No pasa nada si no cumplo.”

Realidad: Hoy existe el Registro Nacional de Obligaciones Alimentarias (RNOA). Los deudores pueden ser inscritos ahí, lo que genera consecuencias legales: desde retención de salario hasta limitaciones en trámites oficiales.

La pensión alimenticia no es un campo de batalla entre mamá y papá, ni un asunto de ideologías o culpas. Es un derecho de los niños y una obligación compartida que busca asegurarles una vida digna: con hogar, educación, salud y la oportunidad de crecer en un entorno estable.


Cuando aclaramos estos mitos y conocemos las realidades, dejamos de ver en términos de vencedores y vencidos, para poner de frente lo más valioso: el bienestar y el futuro de quienes dependen de nosotros. Eso sí, el sistema legal también pone herramientas para protegerlos: mecanismos de cobro, registros nacionales como el RNOA, embargos excepcionales cuando no hay otra opción, e incluso sanciones consideradas por algunos estados.


No se trata de imponer culpas, sino de construir conciencia. Si podemos hablar de estos temas con empatía y sin confrontación, estaremos cerca del propósito más noble: educar, proteger y ofrecer oportunidades a los niños, más allá de nuestras diferencias. Si escribir este artículo ayuda a que alguien deje de pelear y empiece a buscar esa protección fundamentada y justa, entonces valdrá cada palabra.

Irvin Jair Monzón Arreola

Director Ejecutivo y fundador de Lexia Servicios Legales

 
 
 

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